¿Cuántas veces nos hemos enamorado de alguien que no nos corresponde? ¿Cuántas veces nos hemos sentido rechazados por aquel al que amamos? El desamor y el amor van juntos de la mano, y eso no es nada nuevo. Estamos hartos de verlo a nuestro alrededor y si la vida real no es suficiente, ahí están el cine, la música, el teatro, la literatura…
Catulo se enamoró de Lesbia. Durante un tiempo fue correspondido, pero llegó un momento en el que ella perdió el interés por él.
En este poema, el número 8 de los Catulli Carmina, Catulo mantiene una conversación consigo mismo desdoblándose en dos Catulos, como se ve en el verso quinto cuando dice amada por nosotros como no será amada ya ninguna: uno, racional, consciente de que ya no hay nada que hacer e intentando convencer a su parte pasional de que desista en su locura de amar a Lesbia; el otro, el Catulo enamorado, no habla, solo escucha. A partir del verso doce el interlocutor cambia: Adiós muchacha. Catulo se despide de Lesbia y recurre a una serie de preguntas retóricas tópicas en la poesía amorosa. El poeta cree que nadie amará a su musa más de lo que él la ha amado y guarda el deseo de que su renuncia a amarla la haga darse cuenta de lo que ha perdido. Quiere que sufra lo que él sufre en ese momento, que lo eche de menos.
Se me viene a la mente un tema conocidísimo de Los Panchos: Lo dudo. En él, se repite esa misma idea:
Lo dudo, lo dudo, lo dudo que halles un amor tan puro como el que tienes en mí. Hallarás mil aventuras sin amor pero al final de todas solo tendrás dolor. Te darán de los placeres frenesí mas no ilusión sincera como la que te di.
Algo más moderno, Niña Pastori con su tema Quién te va a querer:
Quién te va a querer así como yo, quién te va a querer (…) quién te va a querer cuando todo acabe.
A continuación la versión que nos interesa. Catulo. Que la disfruten.
Desgraciado Catulo, deja de hacer locuras,
y lo que ves perdido, por ello dalo.
Brillaron para ti en otro tiempo blancos los soles,
cuando acudías allá donde quería una muchacha,
amada por nosotros como no será amada ya ninguna.
Eran entonces aquellas tantas diversiones
que deseabas tú y que ella no rehusaba.
Brillaron, sí, para ti blancos los soles.
Mas ella ya no quiere, y tú -reprime la pasión- tampoco quieras,
ni vayas tras quien huye, ni vivas desgraciado,
sino que, duro el ánimo, tente firme. No sientas.
Adiós muchacha, Catulo ya no siente.
Pues que no lo deseas, ya no te irá a buscar
ni te hará ruegos,
pero tú sufrirás cuando nadie te ruegue.
Ay de ti, desdichada, ¡qué va a ser de tu vida!
¿Quién va a estar junto a ti? ¿Quién te verá bonita?
¿Ahora a quién vas a amar? ¿De quién dirán que eres?
¿A quién vas a besar? ¿Morderás en qué labios?
Pero, Catulo, tú, condenado, no sientas.