La Ilíada. Homero. Alessandro Baricco.

En estos tiempos que corren resulta muy difícil atraer la atención del alumnado, no solo con los temas clásicos, sino casi con cualquier tema. Quizá no sea culpa de los tiempos, pero no se trata ahora de hacer un examen de conciencia, sino de transmitir una experiencia positiva.

Alessandro Baricco hace una adaptación para la lectura pública de la Ilíada de Homero. Prescinde de las apariciones de los dioses, simplifica el estilo y pone el texto en primera persona. Veintiuna voces que narran los acontecimientos esenciales de la guerra de Troya.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando comencé a recitar la muerte de Héctor contada por Andrómaca y unos chicos acostumbrados a tomarlo todo a broma y a no guardar silencio prácticamente en ninguna situación se quedaron embobados escuchándome. Dos días duró la recitación porque ellos así lo reclamaron. Llegué al final del libro. Levanté los ojos hacia mi atento auditorio. «¿Qué les ha parecido?», les pregunté. Y aplaudieron emocionados. Se interesaron por la Ilíada. Me dijeron que les gustaría leerla. En estos tiempos que corren, una experiencia así es para compartirla.

Published in: on mayo 10, 2011 at 10:15 pm  Comments (8)  

Gritos que se ven

Releyendo las tragedias sofócleas me he encontrado con una sinestesia que me ha recordado por qué decidí un día estudiar Filología Clásica. La lectura de Edipo Rey consiguió hace muchos años hacerme vibrar con una fuerza indescriptible. Aquel día descubrí que existen muchas clases de belleza. En los tiempos que corren, sumergidos en un mar de pesimismo ante el futuro de las Ciencias Humanas, cuando no hago más que escuchar a los compañeros de profesión quejarse de lo mal que les va a «nuestras especialidades», merece la pena recordar que más allá del dinero que se pueda ganar con esto, más allá del reconocimiento público, están la satisfacción personal y el goce de disfrutar con los grandes. Contra ellos jamás podrán las reformas educativas.

… Presta nueva atención, porque no se encuentra muy lejos sino por aquí cerca este hombre. No viene tañendo la flauta cual hace el pastor del campo, sino que al haber tropezado por su cojera lanza gritos que se ven desde lejos, o porque ha divisado a distancia un fondeadero vacío de naves. La verdad es que lanza unos gritos terribles.

Sófocles, Filoctetes, 210-219

Published in: on agosto 9, 2010 at 7:49 pm  Deja un comentario  

Roma: la leyenda

Breve descripción de los personajes y acontecimientos más relevantes de la leyenda de la fundación de Roma.

Published in: on enero 29, 2009 at 5:50 pm  Comments (4)  
Tags: , , , , ,

Luchando contra la pasión

¿Cuántas veces nos hemos enamorado de alguien que no nos corresponde? ¿Cuántas veces nos hemos sentido rechazados por aquel al que amamos? El desamor y el amor van juntos de la mano, y eso no es nada nuevo. Estamos hartos de verlo a nuestro alrededor y si la vida real no es suficiente, ahí están el cine, la música, el teatro, la literatura…

Catulo se enamoró de Lesbia. Durante un tiempo fue correspondido, pero llegó un momento en el que ella perdió el interés por él.

En este poema, el número 8 de los Catulli Carmina, Catulo mantiene una conversación consigo mismo desdoblándose en dos Catulos, como se ve en el verso quinto cuando dice amada por nosotros como no será amada ya ninguna: uno, racional, consciente de que ya no hay nada que hacer e intentando convencer a su parte pasional de que desista en su locura de amar a Lesbia; el otro, el Catulo enamorado, no habla, solo escucha. A partir del verso doce  el interlocutor cambia: Adiós muchacha. Catulo se despide de Lesbia y recurre a una serie de preguntas retóricas tópicas en la poesía amorosa. El poeta cree que nadie amará a su musa más de lo que él la ha amado y guarda el deseo de que su renuncia a amarla la haga darse cuenta de lo que ha perdido. Quiere que sufra lo que él sufre en ese momento, que lo eche de menos.

Se me viene a la mente un tema conocidísimo de Los Panchos: Lo dudo. En él, se repite esa misma idea:

Lo dudo, lo dudo, lo dudo que halles un amor tan puro como el que tienes en mí. Hallarás mil aventuras sin amor pero al final de todas solo tendrás dolor. Te darán de los placeres frenesí mas no ilusión sincera como la que te di.

Algo más moderno, Niña Pastori con su tema Quién te va a querer:

Quién te va a querer así como yo, quién te va a querer (…) quién te va a querer cuando todo acabe.

A continuación la versión que nos interesa. Catulo. Que la disfruten.

Desgraciado Catulo, deja de hacer locuras,

y lo que ves perdido, por ello dalo.

Brillaron para ti en otro tiempo blancos los soles,

cuando acudías allá donde quería una muchacha,

amada por nosotros como no será amada ya ninguna.

Eran entonces aquellas tantas diversiones

que deseabas tú y que ella no rehusaba.

Brillaron, sí, para ti blancos los soles.

Mas ella ya no quiere, y tú -reprime la pasión- tampoco quieras,

ni vayas tras quien huye, ni vivas desgraciado,

sino que, duro el ánimo, tente firme. No sientas.

Adiós muchacha, Catulo ya no siente.

Pues que no lo deseas, ya no te irá a buscar

ni te hará ruegos,

pero tú sufrirás cuando nadie te ruegue.

Ay de ti, desdichada, ¡qué va a ser de tu vida!

¿Quién va a estar junto a ti? ¿Quién te verá bonita?

¿Ahora a quién vas a amar? ¿De quién dirán que eres?

¿A quién vas a besar? ¿Morderás en qué labios?

Pero, Catulo, tú, condenado, no sientas.

Published in: on diciembre 24, 2008 at 7:55 pm  Comments (1)  
Tags: , , , , , , , ,

Píramo y Tisbe por The Beatles

Píramo y Tisbe eran dos jóvenes que vivían en casas vecinas. Él, Píramo, era un joven de gran belleza; ella, Tisbe, la más hermosa de las muchachas. Se conocían desde pequeños y estaban enamorados el uno del otro, pero sus padres respectivos se oponían a esta relación.

Los enamorados conversaban todos los días a través de un pequeño hueco en el muro del jardín que separaba ambas casas. Se decían ternezas y se prometían amor eterno. Tan sólo podían hablar, pues la rendija no permitía que se dieran besos y ambos se lamentaban. «¿Por qué, pared, eres un obstáculo para nosotros?», preguntaba ella; «¿por qué no permites que unamos nuestros cuerpos o, si te parece un deseo excesivo, que simplemente nos besemos?», añadía él. Y así, entre piropos y lamentos llegaba la noche y los amantes tenían que separarse y regresar al interior de sus casas.

Un día decidieron engañar a sus guardianes y verse fuera de sus hogares, fuera de la ciudad, junto al sepulcro de Nino. A los pies de ese sepulcro había un árbol de frutos blancos. Era un moral. Al otro lado del sepulcro brotaba una fuente.

Tisbe engañó sin problemas a sus guardianes, llegó antes de lo convenido al moral y se sentó bajo el árbol a esperar a su amado Píramo. Pero mientras esperaba apareció una leona sedienta. Traía el hocico manchado de sangre de unos bueyes. Cuando Tisbe la vio, huyó de allí pero dejó caer sin darse cuenta su velo. La leona, una vez que hubo calmado su sed, jugueteó con el velo antes de volverse a internar en el bosque.

Cuando Píramo llegó junto al sepulcro de Nino no vio a su amada, pero sí su velo ensangrentado a los pies del moral. Se agachó a recogerlo y lamentó la desconocida suerte de su enamorada: «Mi dulce Tisbe. Yo te dije que vinieras hasta aquí. Al no llegar yo el primero he causado tu muerte. Justo es que muera yo también. ¡Oh leones o quienes quiera que hayáis devorado a mi amada, venid aquí y despedazadme, desgarrad mi cuerpo y comeos mis entrañas. No merezco vivir si Tisbe está muerta!» Llevó el velo hasta su boca y lo besó repetidamente. De pronto, mirando fijamente las manchas de sangre del velo, dijo: «Recibirás también mi sangre» y nada más hablar se clavó el puñal que llevaba en la cintura. Cayó de espaldas. La sangre que brotaba de la herida tiñó de negro los frutos blancos que estaban más cerca. También fue la causa de que, a través de la raíz humedecida, se tiñeran las restantes moras que colgaban de las ramas.

Entretanto, Tisbe había reunido fuerzas para volver junto al moral. Ya estaba cerca y creía reconocer el sepulcro y la fuente, pero el árbol no lo recordaba negro sino blanco. Dudaba si era ese el lugar acordado con Píramo. Se acercó. Fue entonces cuando vio en el suelo el cuerpo de su amado. Se arrojó sobre él y entre sollozos gritaba «¡Píramo, mi amado Píramo, escúchame. Soy Tisbe, mírame!» Mientras lo decía, colocó la cabeza del amante en su regazo. Al oír su voz, Píramo sólo tuvo fuerzas para dirigirle una última mirada y una ligera sonrisa. Tras ello, murió. Se fijó entonces Tisbe en el velo que sujetaba la mano derecha de Píramo. Cuando vio que era el suyo y que estaba lleno de sangre, se dio cuenta del malentendido. Píramo había confundido la sangre de la leona con la suya. «Tu amor por mí te llevó a matarte», se lamentaba. «Esta sangre que tiñe el velo fue la que te perdió. Aunque así lo creíste, no era mía; ahora sí lo será. Mi mano también será fuerte; yo también te quiero. Seguiré tus pasos. La muerte no nos separará». Así dijo y cogió el puñal aún caliente y antes de clavárselo se dirigió al moral: «Y tú, árbol que hasta hace un momento cubrías un solo cuerpo, ten compasión también de mí. Guarda en tus ramas nuestra muerte y produce siempre estos frutos negros, señal de luto por nosotros.»

Las últimas palabras de Tisbe fueron oídas por los dioses y también por sus padres. Aquellos hicieron que el moral mantuviera su nuevo aspecto, pues negro es el color del futo cuando madura, y estos quemaron sus cuerpos y guardaron sus restos en una única urna».

Ovidio, Metamorfosis. IV, 55-166 (adaptación de Cristina Sánchez Martínez).

William Shakespeare, dramaturgo inglés que vivió entre los siglos XVI y XVII, se basó en este mito para escribir dos de sus obras: Romeo y Julieta (1595) y El sueño de una noche de verano (1595 ó 1596) obra en la que, utilizando el recurso de la metaliteratura, se representa esta historia, en el acto V, por un grupo de comediantes.

Mucho tiempo después, el 28 de abril de 1964, The Beatles, basándose en El sueño de una noche de verano, interpretaron una parodia de este mito en un programa de televisión llamado «Around The Beatles». En ella, Paul McCartney interpreta a Píramo, John Lennon a Tisbe, George Harrison es el claro de luna y Ringo Starr el león.

Aunque la versión es la original en inglés, se puede seguir fácilmente.

La Odisea y sus personajes

En esta sencilla presentación pretendemos hacer un repaso de la Odisea de Homero (siglo VIII a.C.) a través de sus personajes principales.

Published in: on noviembre 3, 2008 at 11:29 pm  Comments (38)  
Tags: , , , , , , , , , ,

Horacio Cocles y el puente sobre el Tíber

En los primeros tiempos de la República Romana (siglo VI a.C.), la ciudad de Roma tuvo que hacer frente a la hostilidad de las poderosas ciudades etruscas.

La leyenda romana dice que el etrusco Lars Porsena y su ejército avanzaron hacia el Sur, hasta el Tíber, expulsando a los romanos de sus posiciones en el Monte Janículo al oeste del río. Porsena habría entrado en Roma y aplastado la República si los romanos no hubiesen destruido a tiempo el puente de madera que atravesaba el río.

Uno de los relatos más famosos de la historia antigua de Roma habla del héroe Publio Horacio Cocles, quien, en el año 508 a.C., consiguió retener al ejército etrusco mientras el puente Sublicio era destruido. Primero con dos compañeros (Espurio Larcio y Tito Herminio), y luego solo, hizo frente al ejército y, cuando el puente fue demolido, se arrojó al Tíber y nadó hasta ponerse a salvo con toda su armadura, según la versión de Tito Livio.

A continuación, un estupendo vídeo donde, con muñecos de Playmobil, se recrea este capítulo de la historia legendaria de Roma.

Sísifo

«Y vi a Sísifo, que soportaba pesados dolores, llevando una enorme piedra entre sus brazos. Hacía fuerza apoyándose con manos y pies y empujaba la piedra hacia arriba, hacia la cumbre, pero cuando iba a trasponer la cresta, una poderosa fuerza le hacía volver una y otra vez y rodaba hacia la llanura la desvergonzada piedra. Sin embargo, él la empujaba de nuevo con los músculos en tensión y el sudor se deslizaba por sus miembros y el polvo caía de su cabeza.»

Homero. Odisea. XI, 593-600. (Trad. de José Luis Calvo).

Published in: on octubre 31, 2008 at 6:24 pm  Comments (9)  
Tags: , , ,

Siringe

«En los helados montes de Arcadia, entre las hamadríades de Nonacris, hubo una náyade muy famosa, las ninfas la llamaban Siringe. Más de una vez ella había burlado a los sátiros que la perseguían y a cualquiera de los dioses que contiene el sombrío bosque y el fértil campo; rendía culto a la diosa Ortigia con sus aficiones y con la propia virginidad; también ceñida a la manera de Diana podría engañar y podría ser considerada la Latonia, si no fuera porque el arco de ésta era de cuerno y el de aquélla de oro; aun así engañaba. Cuando ella volvía de las colinas del Liceo la ve Pan y, con su cabeza ceñida por agudas hojas de pino, le dice las siguientes palabras:…» Le faltaba decir las palabras y que la ninfa, depreciadas las súplicas, había escapado por lugares intransitables, hasta que llegó junto a la tranquila corriente del arenoso Ladón: que aquí ella, al impedirle las aguas su carrera, rogó a sus transparentes hermanas que la transformaran y que Pan, cuando pensaba que ya se había apoderado de Siringe, agarraba las cañas de pantano en lugar del cuerpo de la ninfa, y, mientras suspiraba allí, los vientos movidos dentro de la caña produjeron un sonido suave y semejante a la queja; que el dios, cautivado por el arte nuevo y por la dulzura del sonido, había dicho: «permanecerá para mí este diálogo contigo», y así, unidas entre sí cañas desiguales con juntura de cera, mantuvo el nombre de la doncella.

Ovidio, Metamorfosis, I, 689-712. Traducción de Consuelo Álvarez y Rosa Mª Iglesias.

Claude Debussy compuso, sobre este mito, la obra para flauta Syrinx en 1913 y el animador Ryan Larkin hizo un precioso cortometraje sobre la metamorfosis en 1965. El resultado es el magnífico vídeo que vemos a continuación. Que lo disfruten.

Published in: on octubre 30, 2008 at 4:18 pm  Comments (2)  
Tags: , , , ,

Dido abandonada

Halla a Eneas al fin, y «¡Cómo -exclama-
tal sinrazón imaginaste, pérfido,
poder disimular, y de mi tierra
alzarte en fuga sin decir palabra!
¿Qué? ¿no te detendrán ni el amor nuestro,
¿qué? ni la diestra que me diste un día,
ni la muerte cruel que espera a Dido?
¡Aparejar la flota en pleno invierno,
partir entre el bramido de aquilones!
¡cruel! Aun suponiendo que no fueses
a extraños campos de una patria ignota,
que en pie estuviese Troya, ¿Troya, dime,
habías de buscar por mar tan gruesa?
¿O es que me huyes a mí? ¡No, por mis lágrimas
por tu diestra -pues nada en mi desdicha
me he reservado sino sólo el llanto-,
por nuestro matrimonio y el que apenas
fue empezado himeneo, si es que pude
ganar tu gratitud, si hubo algo mío
que para ti fuera dulzura, atiende,
apiádate de un reino que se abisma,
y si queda un resquicio para el ruego,
cambia, cambia de idea, te suplico!
Por ti me expuse al odio de los Libios,
al de los reyes nómadas, y tengo
hasta mis propios Tirios lastimosos…
Por ti, sólo por ti, dejé morirse
el pudor y la fama, única vía
que me abría los cielos… Moribunda
me dejas, huésped mío -¡que este nombre
es todo cuanto queda del de esposo!-
y ¿para quién? ¿qué espero en esta vida?
¿que se abalance Pigmalión mi hermano
a arrasar mi ciudad? ¿o que a Getulia
me arrastre Yarbas prisionera? ¡Ah, si antes
de tu fuga quedárame la prenda
de un fruto de tu amor, si en el palacio
viese jugar a un pequeñuelo Eneas,
que fuese lo que tú, de rostro al menos,
mi engaño y mi traición no así llorara!…»

Virgilio. Eneida, IV, 432-471. Traducción de Aurelio Espinosa Pólit.

Published in: on octubre 16, 2008 at 4:15 pm  Deja un comentario  
Tags: , , , , ,